Mensaje de Navidad

del Patriarca KIRIL de Moscú y toda Rusia

a los obispos, pastores, monjes y monjas

y a todos fieles de la Iglesia Ortodoxa Rusa

 

¡Excelentísimos obispos, honorables padres,

venerados monjes y monjas, queridos hermanos y hermanas!

 

A todos vosotros que viven en diferentes países, ciudades y pueblos, pero hacen parte de la única Iglesia Ortodoxa Rusa, me dirijo en esta luminosa noche las felicitaciones por la salvadora Natividad de Cristo. Os doy mis saludos cordiales, queridos míos, y deseo oracionalmente que todos nosotros llenemos de una alegría espiritual por la participación conjunta en este grande festejo y disfrutemos de la Fiesta de la Fe como hijos e hijas de Dios y amigos de Cristo (Juan 15, 15).

Contemplando hoy el misterio de la Encarnación de Dios, buscamos entender cuál es el significado del acontecimiento que se llevó a cabo hace dos mil años en Belén y de qué manera éste se relaciona con nosotros y nuestros contemporáneos.

San Pablo Apóstol escribe: Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés, para dar libertad a los que estábamos bajo esa ley, para que Dios nos recibiera como a hijos (Gálatas 4, 4-5). ¿Qué precedió a este cumplimiento del tiempo? Toda la historia de la humanidad antes de la Natividad de Cristo de hecho es una historia de búsquedas de Dios, cuando las mejores mentes han tratado de entender quién es la fuente de aquella fuerza sobrenatural, cuya presencia en su vida siente de alguna manera cada persona.

En los caminos de búsquedas de Dios los seres humanos, tratando de encontrar la verdad, han caído en las ideas falsas de todo tipo. Pero ni el temor primitivo de un hombre ante los fenómenos formidables de la naturaleza, ni la divinización de los desastres naturales, los ídolos y a veces de sí mismos, ni incluso aquellos pocos recobros de la vista que han iluminado a los filósofos paganos, no llevaron a los seres humanos al Dios Verdadero. Y cuando los que son del mundo no le conocieran [a Dios] por medio de la sabiduría humana (Corintios 1, 21), Él se complació de condescender ante los hombres. Con los ojos espirituales contemplamos la verdad revelada muy grande: el Creador se asemeja a la criatura, obtiene la naturaleza humana, sufre humillación, muere en la cruz y resucita. Todo esto sobrepasa el entendimiento humano y es un milagro que muestra la plenitud de la Revelación de Dios a los hombres sobre Sí Mismo.

Cristo nació, y el mundo halló una esperanza; Cristo nació, y el amor reina por los siglos; Cristo nació, y el cielo se inclinó hacia el suelo; Cristo nació, y la estrella de Belén indica el camino infalible; Cristo nació, y que nadie crea en el triunfo del mal, pues por la bondad de Dios habéis recibido la salvación por medio de la fe. No es esto algo que vosotros mismos hayáis conseguido, sino os lo ha dado Dios (Efesios 2, 8).

Esperando y anticipando la llegada de Mesías, el profeta Isaías exclama: Dios está con nosotros (Isaías, 8, 10). Sus palabras inspiradoras siguen siendo hasta ahora una fuente de la alegría indecible para unos millones de cristianos. Al nacer en Belén, el Señor nace en nuestros corazones y está con nosotros si somos fieles a Él y a la Iglesia fundada por Él. Él está con nosotros cuando hacemos buenas obras. Él está con nosotros cuando ayudamos a los prójimos. Él está con nosotros cuando sentimos compasión y piedad. Él está con nosotros cuando reconciliamos a los enemigos. Él está con nosotros cuando perdonamos y no guardamos rencor. Él está con nosotros cuando rezamos y asistimos a los Sacramentos de la Iglesia, en primer lugar en el Sacramento de la Ofrenda, la Santa Eucaristía.

La fiesta de la Natividad de Jesucristo habla a nosotros sobre lo más esencial: estamos llamados a aprender a amar a Dios y servirle a Él, nuestro Salvador, Aquel Quien dio la salvación a todas las naciones para todos los tiempos, Quien sigue extendiendo sus abrazos hacia cada uno de nosotros. Adquiriendo la habilidad de una verdadera veneración de Dios y estando con reverencia ante Él, nosotros al mismo tiempo aprendemos a servir a nuestros prójimos, revelando fe que nos hace vivir con amor (Gálatas 5, 6).

Y nos falta poco para concluir: responder a la gracia salvadora de Dios con obediencia, confianza a las palabras del Señor, deseo de cumplir Sus mandamientos. Si aprendemos esta gran verdad, se cambiarán muchas cosas no solo en nosotros mismos, sino también alrededor de nosotros. Estaremos capaces de ajustar correctamente las orientaciones de valor, podremos ir de manera pacífica, tranquila y segura por el camino encomendado a nosotros por el Superior, dando alabanza y gracias a Dios.

Para alcanzar ese estado de espíritu, debemos ser cristianos ortodoxos no solo en las encuestas, sino en nuestras creencias profundamente arraigadas y estilo de vida, así como nuestros antepasados eran personas profundamente creyentes que amaban a Dios. Entre ellos un lugar particular ocupa el Santo Gran Príncipe Vladimir Igual a los Apóstoles. En el año en transcurso vamos a celebrar los 1000 años de su bendita muerte. Precisamente a él se debe el hecho de que nosotros somos portadores del alto rango de cristianos y constituimos conjuntamente una única familia de las naciones ortodoxas hermanas de la Rusia Histórica. Así fue, así es y así será. Y ningunos problemas y pruebas temporales, ningunas fuerzas externas podrían romper estos seculares lazos espirituales y culturales de herederos de la santa pila bautismal.

En estos santos días navideños, toda la plenitud de la Iglesia y yo en particular rezamos sobre la paz en el territorio ucraniano. Independientemente de dónde viven sus fieles, de sus posiciones políticas, la Iglesia Ortodoxa Rusa está cumpliendo aquella importante misión que le encomendó el Propio Jesucristo (Mateo 5, 9). Ella ha hecho y sigue haciendo todo lo posible para reconciliar a las personas y ayudarles a superar las consecuencias del conflicto.

En el origen de todo enfrentamiento, odio y separación está el pecado. Él, según San Justin de Ćelije, con todas sus fuerzas hace una cosa: saca del hombre a Dios y al ser humano (San Justin (Popović), Los abismos filosóficos). Y nosotros vemos que el hombre, que pierde la dignidad dada por el Creador, a veces adquiere una condición infernal.

La Iglesia, a nombre de Dios anunciando continuamente a los seres humanos una buena noticia (Lucas 2, 10) del nacimiento de Cristo, está llamando a cada persona a creer de firmeza y cambiarse para bien. Ella ofrece un camino hacia la salvación: desde las búsquedas de Dios al conocimiento de Dios, desde el conocimiento de Dios a la comunión con Dios, desde la comunión con Dios a la divinización. San Atanasio el Grande, que vivió en el siglo IV en Alejandría, expresó con unas palabras extraordinarias el objetivo del advenimiento del Salvador al mundo: Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios. No con su naturaleza, sino con la gracia divina. Toda la experiencia secular de la Iglesia atestigua: una transfiguración verdadera, la divinización se hace con la gracia a través de la cooperación voluntaria entre Dios y el hombre. Y se alcanza con el trabajo, la obediencia ante el Creador, no es posible alcanzarla a través de caerse en la tentación diabólica de la serpiente que ofreció a nuestros tatarabuelos comer del árbol del conocimiento de bien y mal y ser como Dios (Génesis 3, 5). Todo ser humano que vive en la fe sabe que precisamente la fidelidad a Dios lo conserva de las obras y pensamientos malos, sabe que precisamente la fe lo inspira para hazañas y obras en gloria de Dios y bien de los prójimos.

Al felicitar a todos vosotros por la gran fiesta de la Natividad de Cristo y el Año Nuevo, quiero desearos sinceramente una buena salud, la paz, el bienestar y la generosa ayuda del Superior en la ida continua tras de Nuestro Señor y Salvador.

Él es el mismo Dios que en su gran amor nos ha llamado a tener parte en su gloria eterna en unión con Jesucristo. A Él sea el poder para siempre Amén (1 Pedro 5, 10-11).

/+KIRIL/

PATRIARCA DE MOSCÚ Y TODA RUSIA

         Moscú

Natividad de Cristo

       2014/2015