El 11 de febrero de 2013, el Presidente del Departamento de Relaciones Exteriores Eclesiásticas del Patriarcado de Moscú, el Metropolitano Hilarión de Volokolamsk dió un comentario a la agencia de información rusa ITAR-TASS sobre  el anuncio de la renuncia del Jefe de la Iglesia Católica Romana, el Papa Benedicto XVI:

 

La información de la renuncia del Papa Benedicto XVI resultó una sorpresa incluso para sus más cercanos colaboradores. El Cardenal Sodano la calificó como “piedra caída del cielo”. Realmente, no había tales precedentes en la historia contemporanea de la Iglesia Católica Romana. El Papa Juan Pablo II permaneció en su puesto hasta el final, a pesar de los graves problemas de salud.

Mientras tanto, la posición del Sumo Pontífice, como la del cualquier Primado de la Iglesia, presupone un trabajo activo. Este cargo no es ceremonial. Si la edad y el estado de salud resultan un obstáculo para el trabajo eficaz, el Primado de la Iglesia puede decidir retirarse. En los últimos años la Iglesia Católica se enfrentó con los desafios muy serios que requieren nuevos impulsos procedentes de la Santa Sede. Probablemente, es lo que incitó al Papa a ceder su sitio a un obispo más joven y dinámico quien será elegido por el cónclave de los cardenales. La decisión del Papa Benedicto XVI de dejar su cargo, en la situación actual, puede ser considerada como acto de la valentía y resignación personal.

Estamos agradecidos al Papa Benedicto XVI por la comprensión de los problemas que dificultan a una plena normalización de las relaciones entre los ortodoxos y los católicos, especialmente en regiones como Ucrania Occidental. Ayer mismo en el éter por el canal de televisión “Rusia-24”, en conversación con el nuevo Embajador de Rusia ante la Santa Sede, Sr. Alexánder A. Avdéyev, he hablado del Papa Benedicto XVI, destacando una dinámica positiva en las relaciones entre la Iglesia Ortodoxa Rusa y la Iglesia Católica Romana tras su ascensión al trono de Roma. En el mundo cristiano lo aprecian mucho. Él es un gran teólogo, conoce bien la tradición de la Iglesia Ortodoxa, al mismo tiempo, tiene una sensibilidad que le permite construir las relaciones con las Iglesias Ortodoxas en un nivel debido.

Guardo recuerdos de los encuentros y conversaciones con el Papa Benedicto XVI. Había tres desde mi nombramiento como Presidente del Departamento de Relaciones Exteriores Eclesiásticas. En las conversaciones con el Pontífice siempre me llamó la atención su serena y reflexiva respuesta, su delicadeza a los asuntos que ptanteabamos, su aspiración a resolver conjuntamente los problemas. En particular, yo presentaba en detalle al Papa mi visión de los problemas en el diálogo ortodoxo-católico (hace unos días presenté un informe de estos problemas al Concilio de Obispos de la Iglesia Ortodoxa Rusa que tomó las resoluciones correspondientes).  Tengo una posición muy crítica frente al desarrollo de este diálogo, lo dije francamente al Papa y siempre encontré comprensión por su parte.

Incluso antes de su ascención al trono de Roma, el Cardenal Ratzinger declaró la guerra a la “dictadura del relativismo” que caracteriza a la sociedad occidental contemporanea. Inmediatamente esto lo hizo impopular en los ojos de los políticos y periodistas seculares. El Papa Benedicto XVI no es una estrella mediática. Es un hombre de la Iglesia. En los medios de comunicación lo regañan constantemente por su tradicionalismo y conservatismo, pero precisamente estas sus cualidades valoran los millones de cristianos, tanto los católicos, como los que no pertenecen a la Iglesia Católica: los que están tratando de conservar los valores cristianos espirituales y morales.

Es de esperar que su sucesor siga yendo por el mismo camino y que las relaciones entre los ortodoxos y los católicos crezcan de manera constante para el bien común de todo el mundo cristiano.

 

 Servicio de Comunicación del DREE