El 28 de octubre de 2012, la semana 21 ª después de Pentecostés, el Presidente del Departamento de Relaciones Exteriores Eclesiásticas del Patriarcado de Moscú, el Metropolitano Hilarion de Volokolamsk, quien se encuentra en EE.UU. por la bendición del Santísimo Patriarca Kirill de Moscú y toda Rusia, encabezó la Divina Liturgia en el templo de la Protección de la Santísima Madre de Dios en Chicago, la Catedral de la Diócesis de Chicago y América Media de la Iglesia Rusa en el Exterior.

Al Jerarca le concelebraron el Administrador de las parroquias del Patriarcado de Moscú en EE.UU, el Arzobispo Justinian de Naro-Fomínsk, el Administrador de la Diócesis de Chicago y América Media de la Iglesia Rusa en el Exterior, el Obispo Piotr de Cleveland, el Rector del Seminario San Vladímir, el Arzobispo Ioann Ber (Iglesia Ortodoxa en América), clérigos del templo. Durante el oficio divino rezaba el Arzobispo Alipi de Chicago y América Media (Iglesia Rusa en el Exterior).

Después de la lectura de la oración final el Metropolitano Hilarion de Volokolamsk se dirigió a los creyentes con un discurso archipastoral:

“Hoy todos oyen la palabra de Dios, y cualquiera persona, quien lo desea, puede responder a ella. Pero no todos le responden, porque a veces el diablo secuestra del corazón de una persona lo que ella escuchó, y a veces las preocupaciones de nuestro tiempo ahogan la palabra de Dios en el corazón; existen también otros obstáculos para responder a la palabra de Dios. Pero siempre y en todas partes hay personas que aceptan con gratitud el Evangelio, tratan no sólo escuchar las palabras del Señor, sino también ponerlas en su ser y construir toda su vida de acuerdo con los mandamientos de Cristo.

Estas personas forman la comunidad eclesiástica de la cual el Señor Jesus Cristo dijo: “Vosotros sois la sal de este mundo y la luz de este mundo” (Mateo 5:13-14). No son muchas, pero estas personas están dispuestas a entregar su vida para cumplir los mandamientos de Cristo; ellas están dispuestas a dedicar todos sus días a la obra de Dios para que la semilla de Su palabra siga extendiendo y sembrando por la tierra entre los seres humanos.  No podemos saber de los frutos futuros, porque nuestro deber es sembrar, y el Señor hará cargo de los gérmenes.

Aquí, en la tierra americana, muchas generaciones de los creyentes han sembrado la palabra de Dios, y hoy los templos, que habían sido construidos en las ciudades y varias partes del continente americano, son frutos de esta siembra sálvica hecha por las personas que han llegado acá y han dejado una comunidad eclesiástica”.

 

 

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