Declaración del Departamento Sinodal de Información en relación con la muerte de un sacerdote ortodoxo y las amenazas a la paz religiosa en Ucrania
Todos los días se multiplica el número de víctimas de la guerra civil en Ucrania. El 31 de julio, a causa de las heridas, sufridas durante el bombardeo de barrios residenciales de Lugansk, murió el clérigo del tempo de San Jorge de la diócesis de Lugansk, el Arcipreste Vladímir Kreslianski. Los cinco hijos suyos se quedaron huérfanos. Recibimos nuevas denuncias de acciones violentas contra los templos de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana y sus clérigos que están en zonas de guerra. Como resultado de la guerra intestina, han sido asesinados muchos civiles, destruidos edificios eclesiásticos y cívicos, cientos de miles de personas han sido obligadas a huir. En esta trágica situación, el Departamento Sinodal de Información está autorizado a hacer la siguiente declaración.
La muerte de muchas personas inocentes que se convierten en rehenes del odio fratricido, radica en la conciencia de aquellos que rechazan el diálogo y la reconciliación. Pero el camino hacia la paz, el camino de la vida es todavía abierto, y la Iglesia vuelve a llamar a eligirlo, para evitar nuevas víctimas, a todos aquellos que son capaces de escuchar las palabras del Señor: “Os he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escoged, pues, la vida, para que viváis vosotros y vuestros descendientes” (Deuteronomio 30, 19).
Esta llamada de Dios a la gente de buena voluntad incansablemente la repite Iglesia Ortodoxa Ucraniana en la tierra ucraniana envuelta en llamas del conflicto. Sin devidir a sus hijos conforme a sus convicciones políticas y las de otro índole, la Iglesia lleva la Palabra de Dios, manifiesta su amor y cuidado a todos los creyentes, independientemente de que lado de la confrontación habrían elegido, se esfuerza por reconciliar a la nación dividida. Los clérigos ortodoxos en las zonas, afectadas por la confrontación, hoy continúan de manera devota su ministerio pastoral y pacificador bajo la amenaza constante a sus vidas, así como a las vidas y el bienestar de sus familias. Ellos no dejan a su rebaño y prefieren delegir el destino de “ser maltratado junto con el pueblo de Dios” (Hebreos 11, 25).
Al mismo tiempo, los templos de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana y su clero no sólo sufren de los efectos de las hostilidades, sino que también se convierten en los objetos de los ataques por parte de los greco-católicos y cismáticos que aprovechan la discordia civil para sus propios fines maliciosos. Los sacerdotes son víctimas de abusos, torturas e intimidación, de la detención forzada y los interrogatorios, durante los cuales los hombres armados, que pertenecen a la Iglesia Greco-Católica Ucraniana o a los grupos no canónicos y que afirman que están autorizados por el gobierno de Ucrania, hacen acusaciones y ultimátum absurdas, entre ellos: dejar el seno de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana y cambiar registros de propiedad de la Iglesia.
En una carta al Presidente de Ucrania, Piotr Poroshenko, el Locum Tenens de la Matrópolis de Kiev, el Metropolitano Onudri de Chernovtsy y Bukovina, describe algunos ataques por parte de personas armadas contra el clero que se llevaron a cabo en el territorio de la diócesis de Donetsk. Incluso han tenido lugar palizas y amenazas de violencia física. Por ejemplo, en el distrito de Amvrosievski el vicario del distrito, el Arcipreste Evgueni Podgorni, ha sido atado, golpeado con la culata de un rifle. Los bandidos con la fuerza le arrancaron su cruz sacerdotal, dispararon sobre su cabeza; al colocar al sacerdote en un agujero, amenazaron con matar a su hijo. Los informes similares vienen en variedades de otras diócesis del oriente de Ucrania. Por ejemplo, cerca de Sloviansk, las personas armadas obligaron al Arcipreste Vadim Yablonovski cavar su propia tumba, y al Arcipreste Victor Stratovicha, el mismo día, le esposaron y se lo llevaron con una bolsa en la cabeza en el bosque, donde le interrogaron de rodillas.
Hacemos un llamamiento a la investigación inmediata de estos incidentes por parte de las autoridades de Ucrania y de las organizaciones internacionales de derechos humanos.
Una particular preocupación provocan los intentos de algunos clérigos greco-católicos y de los representantes de las comunidades cismáticas de intercambiar apoyo de algunas fuerzas radicales y el derecho de tiranía y violencia contra las parroquias de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, que mantiene seguidamente la posición pacífica. Hay unos líderes greco-católicos y cismáticos que abiertamente incitan al odio fratricidio, que respaldan el uso de la violencia contra los civiles, que buscan el enjuiciamiento de todos los que trabajan por la paz y el diálogo, incluso de los sacerdotes de la Iglesia canónica.
Hacemos un llamamiento a las autoridades ucranianas a cesar las acciones de aquellos que desean la transformación del conflicto civil en el conflicto inter-religioso, porque tal desarrollo de la situación aplazaría mucho la tan esperada paz en la tierra ucraniana.
La guerra fratricida en Ucrania sólo se la puede superar con el apoyo de los valores que son mismas para los dos lados del conflicto, y éstos tienen su origen en el patrimonio espiritual ortodoxo del pueblo ucraniano. Invitamos a todos los que influyen en la toma de decisiones en Ucrania a apoyar a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana en su ministerio destinado a la unión y a la paz para el bien de toda la nación.